miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Qué ha sido del 15M en Cuenca?


La actividad de los indignados continúa a través de plataformas

Cuenca. Pilar Piqueras, Raquel Martín y Cristina Barba
Dos años después de que estallara el 15M,  surgen preguntas acerca de la presencia de este movimiento en las ciudades españolas. En las capitales como Madrid, Barcelona o Valencia, es evidente que la actividad continúa a través de diferentes mecanismos. Sin embargo, existen dudas en cuanto a la situación en las ciudades pequeñas, como es el caso de Cuenca. ¿Es posible que el movimiento haya permanecido o se ha fragmentado? ¿Ha perdido fuerza o ha desaparecido?

Antes de la concentración masiva en Sol, en muchas ciudades españolas se fueron organizando distintas concentraciones bajo los lemas de 'Democracia Real Ya!' o 'Estado de Malestar'. En el caso de Cuenca, Marta Pérez y Flora Pérez se encargaron de organizar concentraciones todos los viernes formadas por unas veinte personas con el lema de 'Estado de Malestar', al igual que en otras ciudades españolas.

Después de un mes de movilización en la Plaza de San Esteban, la Acampada Cuenca levantó su campamento el 19 de junio de 2011. Tras el verano, hubo un repunte en la actividad con la manifestación del 15 de octubre pero el resurgir no duró demasiado.
  Fotografía de una de las primeras 
  concentraciones en Cuenca.

Con el paso del tiempo, han ido apareciendo diferentes grupos que articulan las luchas en la ciudad conquense: Plataforma contra el cementerio nuclear en Cuenca; Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), creada recientemente; Plataforma en defensa del ferrocarril público y social de cuenca, Plataforma para la defensa de los servicios públicos y sociales de Cuenca, la cual se divide en las siguientes secciones:  Asamblea Intercentros de Cuenca, constituida sobre todo para profesores de los institutos; Movimiento Estudiantil Universitario de Cuenca (MEUC) y, Coordinadora de Estudiantes e Institutos en Cuenca (CEIC), y la Plataforma por la Defensa de la Sanidad Pública en Cuenca.
Al haberse concretado los objetivos, también ha cambiado el perfil de los militantes. En función de la materia de las reivindicaciones (educación, sanidad, afectados por la hipoteca, etc.), suele predominar un perfil característico. Por lo general, las nuevas plataformas están formadas por gente de mediana edad que se ve perjudicada por los recortes o la legislación restrictiva en diferentes sectores. En relación a ello, Marta Pérez, una de las promotoras del 15M en Cuenca, que en la actualidad colabora en la comunicación y cartelería de diferentes asambleas  cree que es un error: “Antes teníamos unos objetivos más generales, pedíamos más democracia, íbamos en contra del sistema… Y sin embargo, ahora se ha ido demasiado a lo concreto. Está muy bien que la gente se agrupe y defienda lo que les toca a nivel de su trabajo. Pero para mí, es un problema que esas personas se centren solo en defender lo suyo. Me parece una postura un poco egoísta. Además, la raíz de todos los problemas es la misma: el sistema”. Según esta indignada debería haber más unión y claridad entre los integrantes de estas plataformas. También considera que es un problema que muchos de los que integran las plataformas pertenezcan a partidos políticos como PSOE y se replantea dudas acerca de las intenciones de este tipo de filiación. Según Pérez, es un error denunciar al gobierno popular sin hacer autocrítica, ya que induce a la confusión de la ciudadanía.

En cuanto a la desintegración del 15M en diferentes asambleas, muchos de los entrevistados lo achacan al hecho de que Cuenca sea una ciudad pequeña, con poco ambiente y cercana a Madrid. Así lo cree Marta Pérez: “En Cuenca, había mucha gente que estaba a favor del movimiento pero miraban a Sol. Nos veían como los cuatro niñatos que no saben de lo que hablan, o al menos, esa es la sensación que yo tengo. De hecho, había personas que iban a manifestarse a Madrid y en realidad, donde hacían falta fuerzas era aquí”.

Lo cierto es que la mayoría de los que en su día integraron el 15M en Cuenca, se han ido desvinculando. Según Marta Pérez, las razones se basan principalmente en cambios de residencia, falta de compromiso por falta de tiempo, concreción de los objetivos, etc. En otros casos, han prevalecido otras razones de carácter más personal como reconoce Ana Baeza, una de las antiguas integrantes: No sigo vinculada al movimiento porque ya no vivo en Cuenca por una parte, y por otra parte porque dejó de ser lo que yo esperaba y se politizó mucho, se burocratizó cualquier acción y en las asambleas no se llegaba a nada, era todo marear la perdiz. Ya no era aquello en lo que había empezado con tanta ilusión...”

A pesar de que ya no continúen los mismos miembros, la actividad no ha cesado, simplemente se ha transformado en objetivos a corto plazo, más concretos. Así lo explica el sociólogo Manuel Castells :  “Este es un movimiento rizomático, con múltiples nodos cambiantes y autónomos, que vive en las redes sociales en internet y entre la gente, que mantiene el fuego de la indignación mientras las cosas sigan como siguen y que aparece, desaparece y reaparece en el espacio público para palpar su existencia y elaborar un proyecto de cambio social. Al ser un movimiento sin jefes, basado en la horizontalidad y la participación, sin normas ni programa, supera cualquier circunstancia. Ni se crea ni se destruye, se transforma. Incluso sobrevive al peligro de los movimientos sociales: su autodestrucción por peleas internas”.

La evolución del movimiento en Cuenca ha demostrado que hay motivos para la esperanza. La reciente intervención para que no se privatizara la perrera municipal ha logrado salvar la vida de muchos animales. Además, existe una lucha activa para que el ayuntamiento conquense no privatice la gestión del agua. Todo ello demuestra que la lucha conquense sigue activa. Puede que haya cambiado la organización del movimiento, pero la esencia sigue viva.

sábado, 11 de mayo de 2013

Luna nueva


Imagen de la película. Fuente: El criticón.

FICHA TÉCTICA

Género: Comedia.
Año: 1940.
País: Estados Unidos.
Duración: 92 minutos.
Actores principales: Cary Grant (Walter Burns), Rosalind Rusell (Hildy Johnson), Ralph Bellamy (Bruce Baldwin). 
Director: Howard Hawks.
Productora: Columbia Pictures.


¿Qué ocurre cuando alguien intenta dejar su profesión vocacional y cambiar de vida?

Es lo que podemos encontrar en la película “Luna Nueva”. Hildy Johnson es una gran periodista con mucho talento, redactora en el periódico “El Tribune” junto a su ex marido, Walter Burns, inteligente, impertinente, ingenioso, con un perfecto dominio de la noticia a su antojo. Un día ella le visita para comunicarle que deja su profesión para casarse con Bruce Baldwin, un agente de seguros, y que se irán a vivir fuera. Walter intenta impedirlo por todos los medios y sabe que la manera más eficaz es convenciéndola a través del periodismo, así que consigue que Hildy se quede un día más para cubrir una última entrevista a Earl Williams, un hombre condenado a muerte al que le quedan pocas horas de vida, con la intención de conseguir su indulto a través del periódico así y conseguir un gran éxito profesional y el mayor éxito periodístico.
Obviamente Hildy, amante de su trabajo, renuncia a su matrimonio con Bruce y se queda con Walter y con lo que es su vida, el periodismo.

En esta película podemos apreciar el poder de la prensa, un debate sobre la profesión de la información, ya que en esta película no está muy bien visto. Tejemanejes, puñaladas traperas, falsedad. Corrupción política, y el uso de la vida de una persona para ganar unas simples elecciones a la alcaldía.
No deja muy buen sabor de boca para las personas que queremos ejercer esa profesión, pero si que es cierto que han pasado 70 años desde aquella película y el concepto ha evolucionado mucho.
Por otro lado, la historia de amor entre Walter y Hildy se desenvuelve con sarcasmo, ironía y sátira, y le da un punto cómico a toda la historia.
El aspecto periodístico que más podamos apreciar en la película quizás sea la redacción de la noticia, en prensa escrita, ya que casi toda la película se desarrolla en la sala de prensa y podemos ver las llamadas que se hacen para recopilar información y cómo la seleccionan y redactan a máquina.

lunes, 6 de mayo de 2013

Black Mirror


Si a alguien le cabe alguna duda de que la comunicación es un gran aparato de poder, es porque no ha visto el primer episodio de la serie Black Mirror.

A través de un vídeo colgado en la red, se chantajea al Primer Ministro del país: debe practicar actos sexuales con un cerdo en directo a cambio del rescate de la princesa Susannah. Aunque los intentos de eliminar el vídeo de Internet son desesperados, el vídeo es copiado y distribuido en cuestión de minutos. La situación es preocupante, pero el Primer Ministro no está dispuesto a pasar por tal humillación. Es entonces cuando mediante un nuevo vídeo en el que parece que le amputan un dedo a la princesa, la situación comienza a ser escalofriante.
La cuestión es que hasta ese momento, la ciudadanía rompe una lanza a favor del presidente. Pero al ser conscientes de que no se trata de una broma y que están ante una amenaza que pone en peligro la vida de la princesa, la opinión pública empieza a cuestionar la integridad del Primer Ministro. Éste se ve presionado, y su principal preocupación es su imagen. ¿Quién querrá como Primer Ministro a un hombre que no es capaz de pasar por tal humillación para salvar una vida? La balanza comienza a declinarse para el otro lado, el Primer Ministro se da cuenta de que ganará más si accede al chantaje que si lo rechaza.
Cuando finalmente accede, resulta que la princesa había sido liberada 30 minutos antes de la hora fijada. Aquí es donde encontramos el verdadero poder de los medios de comunicación: el secuestrador sabía perfectamente que absolutamente todo el mundo, o la gran mayoría, estaría espectante ante una pantalla por el morbo que les produce ver este acto. Una perfecta manipulación perversa, un previsible comportamiento creado por la adicción a los medios y a los actos de este tipo.
Y sí señores, la comunicación es poder. En este episodio se muestra la gran capacidad y velocidad de las redes sociales para transmitir informaciones en cuestión de segundos. Es imposible luchar contra la comunicación y su rápida difusión: Ésta puede llegar a cualquier parte, por mucho que intentemos detenerla. Además de la capacidad y la velocidad, también puede ser muy persuasiva. A través del primer episodio de Black Mirror hemos visto cómo la forma de transmitir determinada información puede fijar o cambiar una idea en la mente de las personas. Pensemos en el giro que da la opinión pública al recibir nueva información sobre el caso del secuestro de la princesa. Y cómo el Primer Ministro se deja llevar por esa opinión que se ha creado a través de los medios, actuando tal y como tenía previsto el secuestrador.
A modo de conclusión, deducimos que se puede utilizar la comunicación y los medios de distribución de ésta para ejercer poder sobre el resto de personas, consiguiendo comportamientos previsibles, o cambios de actitud si sabemos bien cómo jugar con la comunicación.

¿Vivimos bajo control social?


Hoy en día la educación es un derecho fundamental y la práctica de la lectura no hace otra cosa sino fomentar este derecho. Vivimos en un mundo en el que la historia está escrita en los libros: todo lo que sabemos está dentro de montones de páginas encuadernadas. Imaginemos por un momento que de repente, leer esté prohibido y los libros sean perseguidos para ser quedamos. Un auténtico disparate, ¿verdad?

Pues ese es el tema que plantea la película Fahrenheit 451. Una sociedad en la que los libros son considerados como una distracción que hace insociables a las personas. Pero, ¿no será la falta de lectura lo que les aísla y les hace insociables? Si comparamos la sociedad de la película con nuestra sociedad actual, podemos observar como en la película la gente vive aislada y cuando actúa en sociedad lo hace de un modo extraño, manteniendo muchas distancias, sin saber cómo satisfacer sus curiosidades, y no parecen ser felices. Incluso la mayoría de las personas tienen que tomar pastillas para estimularse y sentirse un poco más feliz. El medio de distracción y entretenimiento es la televisión: las personas pueden pasarse horas embobadas delante de la pantalla viendo programas que no aportan nada, e interactuando con la televisión como si fuera su único amigo. Personalmente, creo que ese sí que es un modo de insociabilidad, y no la lectura de un libro.
El caso es que en esta película los bomberos no apagan fuegos, sino que los crean: su tarea es descubrir dónde hay libros escondidos para después quemarlos. Actúan bajo la insignia del número 451: temperatura a la que el papel de los libros comienza a arder. El protagonista, Montag, es uno de ellos. Un día de camino a su trabajo conoce a Clarisse, una chica muy parecida físicamente a su mujer pero que le transmite mucho más. Es extrovertida y lista, y le hace plantearse si es feliz con su trabajo y su vida. Desde que la conoce comienza a dudar si los libros son realmente tan malos como para ser prohibidos, y es entonces cuando despierta la curiosidad de Montag por leer uno. Cuando se da cuenta de que la lectura le aporta mucho, comienza a aficionarse hasta que un día es descubierto y huye a un lugar del que le había hablado Clarisse: un lugar donde la gente vive tranquila, cada uno aprende un libro de memoria, lo quema, y después se lo recita a los demás. Así es como Montag se convierte en hombre-libro, una forma de transmitir los libros mediante la oralidad.
Es impensable hoy día una sociedad sometida a tanto control social, en la que leer esté prohibido y el aprendizaje en las escuelas sea a través de canciones, así como la información de los periódicos mediante imágenes. Pero parémonos un momento a pensar: ¿realmente hoy en día no hay control social? Sin ir mas lejos, hay países en los que actualmente es normal el matrimonio de un hombre con varias mujeres a la vez, o en los que las mujeres están obligadas a llevar el rostro tapado. A priori para nosotros es una barbaridad que alguien tenga ese modo de pensar, pero la realidad es que esto ocurre y que allá donde está sucediendo es algo normal. Por ello pienso que siempre estamos sometidos a un control social y a unas normas de conducta, para bien o para mal, ya sea en el comportamiento que adoptemos con familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.
Fahrenheit 451 trata de mostrar de manera impactante cómo se puede controlar una sociedad, al estilo de la teoría de la aguja hipodérmica (basada en el efecto de los medios de masas sobre la opinión pública). El control del gobierno sobre los ciudadanos es ampliado por la televisión: la gente cree lo que le muestra la pantalla ya que para ellos es el único medio de información, entretenimiento y aprendizaje. De una forma menos exagerada podemos apreciar el control social al que estamos sometidos diariamente. El mejor ejemplo son las manifestaciones que tantos años se llevan produciendo y parece que en los últimos tiempos se multiplican: su origen no es otro que el desacuerdo con el control que están ejerciendo los gobiernos sobre los individuos. En la película la forma de manifestarse es seguir leyendo esos libros. Vemos como la gente se arriesga a seguir leyendo a pesar del peligro que corren. ¿Qué tienen los libros para ser capaces de desafiar de esa manera a la ley? Simplemente la soledad en la que se encuentran las personas. De hecho en la película, una mujer que seguía leyendo, dice que esos libros tenían vida, que le hablaban. La mujer está tan aferrada a sus libros que se niega a abandonarlos y decide arder junto a ellos, diciendo en sus últimas palabras: “Quiero morir como he vivido”. Ya lo decía el poeta alemán Heinrich Heine “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”.
En conclusión, esta es otra de las tantas películas que llevan a los extremos el control de una sociedad, como es el caso de Matrix, en la que se plantea un futuro en el que los seres humanos son esclavizados por máquinas. Sin embargo el control social no escapa de la realidad, aunque claro está, que en dosis menores (o eso parece). Todo lo que sabemos, todas las normas de comportamiento, los modos de actuar, han sido inculcados según la sociedad del momento, y eso es una forma de control social ya que nos enseñan cómo tenemos que vivir. Por tanto, ¿hay control social? Naturalmente, sí.